Publicado en Público el 7 de Marzo de 2018
https://espacio-publico.com/el-despertar-del-nuevo-feminismo#comment-6081
Patricia Merino, autora de Maternidad, Igualdad y Fraternidad
El pasado 8 de marzo millones de mujeres de todas las edades
y ámbitos sociales marcharon por las calles para pedir igualdad. Pero ¿cuál es
exactamente la demanda de igualdad que ha sacado a todas esas mujeres a la
calle? Sin duda es una demanda variada y plural, pero lo que es seguro es que
no es el proyecto feminista burgués liberal lo que de la noche a la mañana ha
convertido al feminismo en un movimiento de masas. Es la vertiente más crítica con
el sistema la que ha desencadenado esta explosión de protesta que expresa el
hartazgo de las mujeres a pie de calle. Hartazgo de una violencia machista que
es estructural y que engrasa la reproducción del patriarcado (acosos y violaciones,
asesinatos de mujeres y de menores, la tolerancia y la complicidad con la trata
y la prostitución, etc.), y por otro lado, hartazgo de una precariedad que
ataca con más saña a las mujeres ya que se construye en gran medida a través de
su explotación y su trabajo no remunerado. La mayoría de las mujeres que salieron
a la calle el pasado 8M no creen que la participación en el empleo pueda hoy traer
la igualdad, saben que el empleo es parte de la opresión; y en otro orden de reivindicaciones, tampoco la
abolición del binarismo sexual parecía ser una de sus preocupaciones centrales.
La presencia de millones de mujeres en las calles se puede explicar
cómo respuesta al alarmante recrudecimiento del patriarcado sucedido en las últimas
décadas. Y no es en las altas esferas del mercado laboral, allí donde se
dirimen las cuestiones relacionadas con el techo de cristal, donde se producen
actualmente los ataques más duros del patriarcado. Hoy esa ofensiva tiene dos
frentes: uno es la intensificación de la cosificación y la comercialización de
los cuerpos de las mujeres, que tiene en las cifras de trata y prostitución y en
las de criaturas adquiridas por subrogación --España bate records internacionales de demanda en ambas
prácticas-- su manifestación más llamativa. El otro es la feminización de la pobreza,
que en España, mucho más que en otros países europeos, está estrechamente vinculada
a la pobreza infantil y a la inexistencia de prestaciones para la crianza, de
nuevo, dos aspectos en los que España bate records internacionales (al alza en
pobreza infantil, y a la baja en gasto público en prestaciones). Ambas
ofensivas pivotan de manera decisiva sobre algo que siempre ha sido un eje fundamental
de la dominación patriarcal: la maternidad como capacidad procreadora
inalienable de las mujeres y como experiencia que les pertenece.
Hoy, gracias a la feminización de la pobreza y a unas leyes
que banalizan la maternidad como experiencia corporal, los varones pueden, si
tienen los recursos y las ganas, encargar, expropiar y apropiarse legalmente de
criaturas con sus genes paridas por mujeres. No es casual que sea precisamente
por este flanco por el que las mujeres reciben hoy algunas de las agresiones más
duras del patriarcado, ya que la maternidad, como potencia, y como derecho
propio de las mujeres ha sido el aspecto de su experiencia más ignorado, soslayado
y silenciado por el feminismo hegemónico en las últimas décadas.
Es urgente que se establezca la protección de la maternidad, y
la lucha contra su expropiación como objetivos básicos del feminismo. Se trata
de un posicionamiento que el feminismo hegemónico aún no ha hecho de manera clara,
y es esta la propuesta que recoge mi libro Maternidad
Igualdad y Fraternidad. El libro fue recibido con un “clamoroso silencio” pero sí se me interpeló para que concretara
a qué me refería con “feminismo hegemónico”
o “dominante”. Y lo voy a hacer aquí. De
entrada, me refiero a un feminismo que detenta parcelas de poder real, ya sea en la academia, en la
política o en los medios. Podría señalar tres líneas ideológicas importantes
que son parte de lo que entiendo como “feminismo hegemónico”:
·
El
feminismo Oficial defendido desde los gobiernos, la Unión Europea, los partidos
políticos de todo el espectro, y organismos como la OCDE, el INE, el CSIC, etc.
En un feminismo liberal que basa su proyecto emancipador exclusivamente en el
empleo.
·
El
feminismo Clásico “de la igualdad”,
representado en España por Celia Amorós y su escuela, que elude sistemáticamente
la cuestión de la maternidad como experiencia biosocial. Y que si bien hoy ha adoptado
una posición crítica con el neoliberalismo, en la línea en que la economía
crítica feminista viene trabajando desde hace mucho tiempo, en muchos aspectos
sigue siendo un feminismo liberal.
·
El
feminismo queer de la tercera ola
también tiene cotas de poder en la política y en la academia. Su programa, en
España muy centrado en la negación del binarismo sexual, ha logrado conquistas políticas
importantes.
Pero, ¿qué es lo que puede
aglutinar a tres líneas ideológicas aparentemente tan diversas en una misma
categoría? Para desvelar ese eje común es preciso profundizar en el concepto de
“hegemonía”, y para ello seguimos a Gramsci, que la define como el modo en que
las gentes, por consentimiento espontaneo, incorporan la ideología del grupo dominante
y de ese modo se constituye lo que solemos llamar “sentido común” --es decir,
lo normal, verdadero y
deseable--, algo que las ideologías hegemónicas logran hacer a través de
mecanismos de inclusión y exclusión. Esta idea aplicada al feminismo extiende el
marco de “lo hegemónico” más allá de su presencia en la política, en la
academia y en los medios, y alude a una forma más sutil del poder que se manifiesta
en la preeminencia de unas determinadas maneras de interpretar la realidad que
definen la normalidad -en este caso la normalidad dentro del feminismo-. Es en
este sentido precisamente en el que la maternidad se ha erigido hasta ahora como
la gran barrera de coral, la cuestión tabú capaz de separar el feminismo hegemónico
del no hegemónico, y capaz de congregar a feminismos diversos bajo el paraguas
común del antimaternalismo.
El soslayamiento y el silenciamiento normativo de la cuestión
maternal como experiencia biosocial propia de las mujeres es lo que considero
el rasgo definitorio de lo que aglutino en mi categoría de “feminismo
hegemónico”, que también se caracterizaría por su respeto a dos axiomas incuestionables,
a saber: la completa igualdad de paternidad y maternidad; y el carácter construido,
no “natural” de todas las relaciones, incluida --de manera muy especial e
intencionada-- la relación madre/criatura. Pero estos dos axiomas que hasta
ahora han sido pilares ideológicos fundamentales de los feminismos de la
segunda y de la tercera ola --que no de la primera-- están hoy desmoronándose a una velocidad
vertiginosa debido a la irrupción de la nueva mutación del patriarcado que muestra
su cara más terrible en fenómenos como la normalización de la maternidad
subrogada, los casos de asesinatos de menores por parte de sus padres, y las custodias
compartidas impuestas en los juzgados; todas ellas agresiones graves a las mujeres
en su experiencia maternal.
En relación a las custodias compartidas impuestas, decía Rosa
Cobo en un artículo en Público (“Atrévete a aprender”) sobre el caso Juana Rivas y en contra
de la actual imposición de custodias compartidas: “…el amor y cuidado a hijos e hijas tiene
que ser el mismo antes y después del divorcio. Si el afecto y el trabajo son
paritarios en la familia, entonces la custodia compartida deberá ser impuesta
por ley. Sin embargo, la realidad es otra…”. Yo no creo que
imponer custodias compartidas basándolas en simples ecuaciones matemáticas de
paridad (antes y después, afecto y trabajo) sea positivo ni justo sin que antes
la sociedad haya realizado una muy seria y profunda reflexión sobre lo que es
la maternidad y lo que es la paternidad. Tampoco creo que el reparto
necesariamente simétrico al 50% del cuidado de las criaturas desde el minuto 0 fuera
la seña de identidad de sociedades hipotéticamente igualitarias en las que las mujeres
gozaran del mismo estatus social que los varones. Custodias compartidas al 50%
de bebés de 4, 6 y 12 meses, como de
hecho se han impuesto judicialmente en España, no son garantía de igualdad ni hoy
ni dentro de 300 años, aun cuando el papá hubiera cambiado tantos pañales como
la mamá. Las custodias compartidas impuestas en la etapa temprana son y serán
siempre una expresión legal más de la versátil y milenaria pulsión patriarcal
que busca apropiarse de las criaturas paridas por las mujeres, y de banalizar, alienar o romper el vínculo
privilegiado madre-criatura. En una sociedad
verdaderamente igualitaria, en la que la
igual dignidad de las mujeres fuera parte de su ADN institucional, la
maternidad sería reconocida, protegida y respetada como algo propio de ellas, y
en torno a lo que ellas tendrían poder de decisión en todos los estadios de lo
que entendemos como maternidad.
Pero es sin duda la cuestión de la maternidad subrogada lo
que ha supuesto un punto de viraje decisivo. La gran mayoría del feminismo se
ha posicionado clara y contundentemente en contra de los vientres de alquiler. Sin
embargo, lo que el feminismo hegemónico no parece ver o reconocer de manera
explícita es la profunda y peligrosa relación que existe entre algunos de los que
hasta ahora han sido sus postulados fundamentales (la completa igualdad de
paternidad y maternidad, y el carácter construido y no “natural” de la relación
madre-criatura) y la terrible facilidad con la que la actual ofensiva patriarcal
ha logrado en las últimas décadas institucionalizar y normalizar toda una serie
de coacciones, explotaciones, subyugaciones y abusos legales contra las mujeres
vinculados de manera directa o indirecta con el hecho de la maternidad: Los
explotadores de trata y prostitución sí pueden usan el vínculo materno para
coaccionar a las mujeres; la amenaza de custodia compartida impuesta es
sistemáticamente usada por varones despechados para lograr un acuerdo de
divorcio favorable o cualquier otra ventaja, cuando no como venganza; mujeres
jóvenes venden sus óvulos por poco dinero y sin conciencia de los riesgos
físicos para que el bullante negocio reproductivo lucre a unos pocos; la normalización
de la maternidad subrogada tolera que varones hetero, homo o bi puedan comprar
bebés sin madre a discreción, a pares, a tríos y hasta 16 como hizo el joven
millonario japonés Shigeta, y cuando es una pareja hetero
convencional quien encarga una criatura, el varón es generalmente el único que
aporta sus genes, por lo que está en su mano otorgar a su mujer una maternidad
por adopción o echarse atrás en el último momento, cosa que ya ha ocurrido más
de una vez en España.
El feminismo hegemónico ya ha comenzado a virar en lo
relativo a su visión de la maternidad: empezamos a escuchar frases más amables
sobre la cuestión e incluso a oír nombrar un “vínculo primal” a quienes nunca habían
mencionado la maternidad más que para reclamar permisos iguales e
intransferibles. Este viraje es un gran
avance para el feminismo. Nos orienta hacia el único horizonte posible si acaso
el feminismo es un movimiento que lucha por la dignidad de todas las mujeres, y
nos aleja de los callejones sin salida que son tanto la mistificación del
empleo como la negación del binarismo sexual.
Creo que la cuarta ola del feminismo va a ser aquella que definitivamente
barra el antimaternalismo como posición normativa del feminismo, y en sus aguas
regeneradoras traerá, además, una visión más universalista. Un universalismo
necesario ante un panorama actual de dominación y explotación de mujeres que
tiene escala planetaria, y que tiende a dividir a las mujeres en todos los ejes
posibles: de clase, de raza, de orientación sexual, de etnia, de religión, de
opciones reproductivas, de ideología…… Divide
y vencerás es una táctica de guerra tan vieja como eficaz. Y sí, por qué
no, nuestra capacidad de procrear –como potencia positiva y poderosa-- puede
ser ese aglutinante que una a todas las mujeres del mundo, independientemente
de lo que cada una decida libremente hacer con esa potencia que es suya. La
cuarta ola debiera significar la definitiva irrupción de la conciencia de que
si bien nuestra capacidad de procrear es efectivamente el lugar donde enraíza
la opresión, es también fuente de poder y el lugar donde debemos encontrar las
claves para una igualdad real, pero no mediante su negación y devaluación --que
es exactamente lo que ha hecho siempre el patriarcado-- sino dándole un valor
central dentro de las reivindicaciones feministas.
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