Publicado en elDiario.es el 3 de noviembre 2018
https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/permisos-iguales-intransferibles-negacion-maternidad_129_1858890.html
Patricia
Merino, impulsora de la plataforma PETRA y autora de Maternidad Igualdad y Fraternidad
Para las mujeres que integramos la plataforma PETRA una ley
que otorga nuevos derechos y privilegios a los padres y no atiende las demandas
históricas de las madres no es una ley feminista. Pensar en los permisos parentales
en términos de igualdad asumiendo que el derecho de madres y padres vienen del
mismo lugar es un error. Este es un derecho que se deriva del nacimiento de una
criatura del vientre de una mujer (en todos los casos) y por lo tanto, no emana
del mismo lugar el derecho del padre y el de la madre. La maternidad biológica
funda automáticamente maternidad social en todos los sistemas normativos y
legales del mundo, es un derecho universal e incontestable, derecho natural. La
exterogestación y la lactancia son por definición intransferibles. Sin embargo,
el derecho del padre a cuidar de su bebé menor de un año no emana de la
biología, es puramente cultural y social, y de hecho, tal y como se plantea en
la proposición de ley se trata de un derecho muy innovador: es ingeniería
social. Por eso, la base para defender este derecho en los padres es mucho más
frágil y cuestionable que en las madres. Así lo ha entendido el Tribunal
Constitucional y el voto en contra de una mujer no significa nada. Todas
conocemos ejemplos de sentencias misóginas y crueles hacia las madres
redactadas tanto por jueces como por juezas.
La mayoría de las madres desean cuidar de su criatura más allá
de las 16 semanas; y la ciencia nos dice que lo que el bebé necesita básicamente
en su primer año de vida es contacto continuado con su madre. Curiosamente la
habitual fuerza probatoria de la ciencia se queda en suspenso en este punto: al
parecer, cuando la ciencia habla de madres y bebés se infecta del descredito y
la sospecha sistemática con que una cultura misógina contempla a madres y criaturas.
De modo que los PII se plantean como una medida cuyos objetivos son única y explícitamente
laborales e igualitarios; los deseos y necesidades de madres y criaturas quedan
fuera de la ecuación, lo que equivale a la exclusión de las madres como sujeto
político protagonista de esta ley: regular la maternidad sin contar con la
opinión de las madres. En este planteamiento de los PII subyace un juicio
paternalista que considera a las madres incapaces de defender sus verdaderos
intereses, unos intereses que por supuesto residen en el mercado y no en la
defensa del bienestar de su criatura. Este es un prejuicio que asocia la
maternidad con un estado “alterado” y propenso a una dolencia típica de los 50
(la mística de la maternidad) que inhabilita a las madres para el buen calculo
racional, y entronca con la más rancia tradición patriarcal.
Octavio Salazar habla de cómo nuestra “condición femenina” de
madres es la que nos aboca a una ciudadanía devaluada. Efectivamente, la
división sexual del trabajo, la diferenciación entre trabajos productivos y
reproductivos, establece en nuestras sociedades un desigual acceso a recursos y
privilegios. La maternidad, algo que es propio de las mujeres, y que, de hecho,
es lo exclusivo de la “condición femenina” carece de valor social, esta fuera
del ámbito de lo que se reconoce como aportación a la sociedad. Los PII no cuestionan
en absoluto este injusto estatus de la maternidad: lo acatan al 100%. Pretender
que una ley que regula el periodo postparto y
las primeras semanas de vida de las criaturas humanas sea la vía para luchar
contra una “concepción biologicista de la mujer” e identificar la maternidad
como “condición femenina” negativa y lastrante en vez de señalar que es
precisamente la falta de reconocimiento lo que lastra la experiencia es una
operación que refuerza la jerarquía patriarcal.
El texto de la proposición de ley en su exposición de
motivos llega en algunos párrafos a ser insultante para las madres que hemos gestado,
parido y amamantado. Se afirma que “las denominaciones
de paternidad y maternidad hoy ya no son pertinentes”, y las palabras “madre” y “parto” que en la
ley anterior aparecían profusamente, casi han desaparecido. Permanecen algunas
menciones a la madre biológica, relegada a una especie de categoría satélite
dentro de una casuística en la que las criaturas tendrían “nacimientos” (¿abstractos?
¿mágicos?) y la reproducción humana habría pasado a ser un evento desligado de
los cuerpos. Estos “nacimientos” que sustituyen a los “partos” nos transmiten
la idea de que los bebes salen de una col. Una vez más la vieja y patriarcal
negación de la maternidad. Creo que precisamente ahora es importante recordar
que TODOS los bebes --también los “nacidos” por maternidad subrogada-- nacen del
útero de una mujer y tras 9 meses de gestación normalmente.
Cuando se propone “asegurar los derechos de niños y niñas al
cuidado por parte de sus progenitores/as” debemos recordar que esos “niños y
niñas” son en realidad neonatos y bebés.
Ese “niño” acaba de salir del vientre de su madre y tiene unas necesidades muy
concretas, diferentes de las que tendrá a los 2 años, a los 5 o a los 14. Si esta
ley de acuerdo con el artículo 39 de nuestra Constitución, efectivamente respeta
las normas internacionales que establecen como criterio básico y superior la
protección del bienestar y la salud de la infancia, entonces el “garantizar el
disfrute de la paternidad y la maternidad a todas las personas que lo deseen” no
debería en ningún caso interferir en la protección del bienestar del bebé. Pues
bien, la actual redacción de la ley no respeta las recomendaciones nacionales e
internacionales en lo relativo salud perinatal. No permite los seis meses de
lactancia materna exclusiva que según la OMS y las Sociedades Científicas es lo
ideal para las criaturas. La Asociación Española de Pediatras de Atención Primariaya se ha pronunciado: apoya permisos maternos de 6 meses así como la transferibilidad
de las licencias parentales, un cambio de criterio que “podría suponer
beneficios sanitarios y en el bienestar de las familias”. La Asociación Española
de Psicología Perinatal también se ha manifestado en contra de la proposición de
ley, y señala que “La amplia investigación clínica neonatal que tenemos hoy a
nuestro alcance concluye que los bebés están programados biofisiológicamente
para establecer con la madre un vínculo afectivo privilegiado, fundamental para
la construcción de futuros vínculos emocionales saludables y seguros”.
En el texto de la proposición de ley, se descarta la posibilidad
de alargar los permisos de las madres para facilitar esos seis meses de
lactancia argumentando: “hacerlo antes de haber equiparado el permiso del/la
otro/a progenitor supondría condicionar
todo el sistema a uno solo de los múltiples derechos de la infancia a costa de vulnerar
muchos otros (como son los derechos de la atención por parte de cada uno/a de sus
progenitores, a la armonía familiar y a la pobreza)” . Los PII no van a mitigar
la pobreza --esto lo dejo para otro artículo-- , la armonía familiar difícilmente
se favorece rompiendo el vínculo primal, e ignoro si recibir “atención de cada
uno de sus progenitores” es un derecho internacional de la infancia, pero de lo
que no cabe duda es que millones de criaturas crecen felices y saludables con
la atención de uno solo de sus dos progenitores, casi siempre la madre. El
texto también propone modos de subsanar los dos meses de lactancia exclusiva
que la ley no cubre: que durante esos dos meses “el otro progenitor” lleve a la
criatura al puesto de trabajo de la madre, o bien que la madre se saque la
leche en el retrete de su puesto de trabajo. Es obvio que quienes redactaron la
ley poco o nada saben sobre la crianza humana, pero además muestran muy poca
empatía por el bienestar de las madres: usar el sacaleches es física y
psíquicamente dolorosa, y es indigno de una sociedad avanzada y respetuosa con
las mujeres presentarlo como un avance y una operación banal.
El punto más reiterado en la exposición de motivos y verdadero protagonista de esta ley son los
derechos de los padres. Se habla del “gran
desequilibrio y la “importante privación” que supone para las criaturas no
contar con el cuidado de su padre. Hay que dejar claro que para una criatura en
sus 12 primeros meses de vida, no tener la presencia física continua e intensa
de su padre durante la mayor parte del tiempo no es una privación importante.
Sí que lo es de su madre. Hay abundante evidencia científica al respecto para
quien de verdad quiera saber. Los padres van a ser muy necesarios durante los
17 años posteriores a la exterogestación.
Los PII se han diseñado tomando como referente una mujer que
prioriza su vida laboral y que percibe su maternidad como una carga, quizá una
mujer que fue madre sin saber muy bien por qué. Este perfil no se corresponde
con el de la gran mayoría de las mujeres que hoy son madres. Además, se ha asumido
que el marco social de la crianza es una familia biparental con dos asalariados
fijos con empleos decentes y posiblemente una empleada doméstica o abuelos disponibles.
Puede que ésta sea la aspiración de la mayoría de los españoles, pero desde
luego no es su realidad.
Supuestamente esta es una medida feminista. Y aquí
deberíamos de reflexionar sobre cuáles son los objetivos del feminismo. Nadie discute que el mercado laboral español,
debido a sus astronómicos índices de paro y precariedad es terriblemente
competitivo, en realidad deberíamos decir coactivo, y que ejerce una enorme presión sobre las
mujeres para que no sean madres. El verdadero retrato de la mujer española en
edad fértil hoy es una mujer que postpone una y otra vez su maternidad. Y que
cuando por fin decide --a veces contra todo cálculo laboral-racional-- ser
madre, lo hace con un deseo libre y consciente. Algunas se encuentran con
dificultades por parte de la biología (sí,
eso que se ha considerado completamente irrelevante) y entonces el
mercado aparece de nuevo para solucionar el problema y llevarse un buen
pellizco del dinero ganado por esa mujer en su exitosa vida laboral. Hoy las
mujeres españolas somos madres exactamente 1,3 veces en la vida. No parece
sensato que algo libremente deseado y que ocurre quizá una sola vez en la vida
pueda abordarse políticamente como algo a minorar, externalizar y trivializar,
porque además ese no es el deseo de las madres.
Lo cierto es que un feminismo inclusivo y comprometido con
una verdadera igualdad tiene ahora un problema,
porque esta ley que en realidad defiende privilegios para los varones ha
tenido, como es lógico en una normatividad patriarcal, una entusiasta acogida
en el sistema. Lo que esta ley pretende a nivel simbólico-institucional es la
abolición de la maternidad, su desaparición como hecho que diferencia y altera
las vidas sociolaborales de las mujeres, su definitiva reducción a un parto
eficaz y una rápida recuperación de la “independencia” forzando la separación
temprana de la madre y el bebé para evitar ridículos apegos esencialistas. Puede
que esto fuera el sueño de Simone de Beauvoir o de Shulamith Firestone, pero posiblemente
no sea el futuro de feminismo. Llevo tiempo sosteniendo que la negación y banalización
de la maternidad es un grave error teórico, moral y político del feminismo
actual, un error que será necesario subsanar en las próximas décadas.
Comentarios
Publicar un comentario