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La igualación de maternidad y paternidad como nuevo avatar de un orden patriarcal


Ponencia leida en las Jornadas “Pensar la maternitat” de la Fundació Víctor Grífols i Lucas el 27 de noviembre de 2018 en Barcelona, en la Biblioteca Francesca Bonnemaison.   

Actualmente, los movimientos sociales que aspiran a construir una sociedad mejor suelen hablar de “poner la vida en el centro”. No creo que sea posible “poner la vida en el centro” sin poner el inicio y el origen de cada vida concreta en el centro, es decir, sin que maternidad e infancia ocupen un lugar central en la agenda política. En esta jornada vamos a hablar de Maternidad, y es importante hablar de la maternidad como un hecho biosocial específico y propio de las mujeres porque aunque se trata de un debate que está en plena emergencia, el feminismo hegemónico aún se resiste a hacerlo, y en su discurso la maternidad y la crianza suelen quedan sistemáticamente subsumidas, invisibilizadas y ninguneadas en ese indiferenciado cajón de sastre que son los cuidados. 

Según Nancy Fraser, la falta de reconocimiento es no ver reconocido el propio estatus de interlocutora plena en la interacción social, y además, verse impedida a participar en la vida social en igualdad de condiciones1. Esta ha sido exactamente la situación de las madres hasta ahora; y es por eso que escribí Maternidad, Igualdad y Fraternidad, con la voluntad de construir un discurso genuinamente político para que las madres pudiéramos devenir interlocutoras sociales activas y reconocidas. La plataforma PETRA de madres feministas es una de las manifestaciones de que ahora ya las madres están finalmente emergiendo como sujeto político. 

La banalización y el ocultamiento de la maternidad son una constante en un pensamiento progre ultraconstructivista que cree tener la llave de la igualdad. Y sin embargo, muchas tememos que esta estrategia nos esté llevando hacia nuevas formas de explotación económica y de opresión patriarcal. El texto de la proposición de ley de permisos iguales e intransferibles presentado por Podemos es un buen ejemplo de esa ocultación y negación de la maternidad, ya que en él los “partos” se convierten en nacimientos”, las “madres” en “progenitores 1 o 2” y los “neonatos” en “niños y niñas”2. 

Hasta ahora, cuando desde el feminismo hegemónico se ha abordado de manera explícita la maternidad ha sido para discutir la cuestión de la empleabilidad femenina o bien para denunciar su carácter alienado: la maternidad como mandato patriarcal y como maldición biológica. No cabe duda de que la relación entre las mujeres que crían y el empleo es muy problemática, por no decir que existe una verdadera incompatibilidad entre crianza y mercado laboral. 

Vivimos inmersos en una cultura que naturaliza el empleo como única forma posible de acceder a los recursos y a los derechos sociales. Según los patrones de valor actuales, las relaciones de reciprocidad sin contenido mercantil-productivo son insignificantes, y es por eso también que prácticas como la prostitución o la maternidad subrogada, pueden hoy contemplarse tranquilamente como “un empleo cualquiera”. 

Son las estructuras socioeconómicas las que precarizan la maternidad y sustentan la jerarquía de género. Por eso, un proyecto de futuro igualitario no puede asentarse sobre los axiomas que sostienen esas mismas estructuras. El principal de esos axiomas hoy en día es el que instituye el empleo en su forma mercantilista como la única vía posible hacia la ciudadanía y el bienestar. Para construir un futuro justo y que merezca la pena ser vivido es preciso transformar esa norma económico-cultural, pero no las bases biosociales de la maternidad. Sin embargo, es esto último lo que hasta ahora viene planteando el feminismo hegemónico en sus propuestas políticas, tales como los permisos iguales e intransferibles.

En los países más igualitarios ya hay políticas que canalizan recursos y derechos por vías diferentes de la participación en el empleo. Son políticas universalistas y redistributivas que conceden beneficios a la ciudadanía independientemente de su vínculo con el mercado, por ejemplo, a todos los menores, o bien a las personas de bajos recursos que están criando. 

En mi libro impugno la idea dominante, omnipresente, y absolutista de que el mercado laboral y las políticas vinculadas a él tengan la capacidad de traer justicia, igualdad y emancipación a la mayoría de las mujeres. Creo que desde esta perspectiva chata y acomodaticia no podremos orientarnos hacia algo diferente. Como dice John Holloway. “el trabajo asalariado es un complemento del capital, no su negación…...y para crear un mundo diferente hay que buscar las grietas,…..las grietas comienzan con un no, y a partir de ese no crece la dignidad”. 


*** 


Es curioso que justo ahora, cuando la biología deja de ser una tiranía para las mujeres, cuando finalmente somos capaces de controlar nuestra fertilidad y tenemos las herramientas para reapropiarnos de nuestras maternidades y vivir crianzas gozosas, florecen discursos devaluadores de la maternidad; unos discursos que, paralelamente enaltecen una paternidad enfocada --yo diría que obsesivamente-- en la crianza temprana. 

Vivimos tiempos de recrudecimiento del patriarcado. 

Y no es en las altas esferas del mercado laboral, allí donde se dirimen las cuestiones relacionadas con el techo de cristal, donde se producen hoy sus más duras ofensivas. Hoy muchas de las más peligrosas amenazas a la dignidad y a la libertad de las mujeres están orientadas a agredirlas en lo tocante a su vivencia de la maternidad. La maternidad siempre ha sido un eje sobre el que ha pivotado la dominación patriarcal. La conquista de la igualdad ante la ley, la generalización del uso de la contracepción, y el acceso de las mujeres a recursos económicos propios mitigó esa dominación. Pero en las últimas décadas el patriarcado ha mutado, y ha encontrado nuevos flancos por donde atacar.

 Algunos de esos flancos son: 

 Las custodias compartidas impuestas, una norma legal en la que casi siempre en contra de la voluntad de las madres, y con gran sufrimiento para los menores –a veces bebés--, se impone por la fuerza de la ley el deseo de un padre que a menudo solo quiere ahorrarse la pensión, y que en otros casos --peores-- se vale de la ley para infligir sufrimiento a su exmujer. 

 Otro son los derechos de visita concedidos a padres denunciados y condenados por maltrato (durante el tercer trimestre de 2017, el régimen de visitas se suspendió solo en un 2,3% de las órdenes de protección concedidas en la fase de instrucción, según el Consejo General del Poder Judicial. La patria potestad, en un 0,3%)3. 

 En parte como consecuencia de lo anterior, el año pasado 6 menores murieron asesinados a manos de sus propios padres.4 

 Otros ataques inciden en la capacidad procreadora de las mujeres, que hoy está a la venta. El boyante negocio de la reproducción es hoy uno de los de los más lucrativos y de más rápido crecimiento. Por un lado, las jóvenes venden sus óvulos sin ser debidamente informadas de los verdaderos riesgos de la intervención a la que se someten; 

 y por otro, la normalización de la maternidad subrogada permite que los varones puedan comprar bebés sin madre pero con sus genes a discreción, a veces a pares como Cristiano Ronaldo, a tríos, y hasta 16 como hizo en Tailandia un joven millonario japonés5. 


Sin duda la maternidad es un eje fundamental de la actual ofensiva patriarcal. 

Es posible que la actual violencia de las prácticas de explotación y expropiación de la maternidad tengan que ver con el hecho de que hoy la paternidad es ya técnicamente prescindible: Hay bancos de esperma, y las mujeres económicamente solventes pueden mantener solas una familia. De hecho, un 12% de los bebés nacen hoy ya en familias monoparentales, la mayoría, familias monomarentales.

Muchos hombres perciben esto como una gran amenaza, y seguramente ese es el gran miedo que subyace a la pulsión patriarcal de dominación. Es una pena que así lo perciban, porque el carácter prescindible de la paternidad podría ser la clave para que los hombres comprendan la importancia del trabajo de cuidados, del compromiso en las relaciones humanas, y también que ellos no pueden ser el centro de una nueva sociedad igualitaria “que ponga la vida en el centro”. Posiblemente sea de la no aceptación de esta prescindibilidad de la paternidad de donde nace la insistencia y la obsesión de algunas propuestas de las llamadas “nuevas masculinidades” que pretenden igualar a toda costa maternidad y paternidad en contra toda evidencia científica, experiencial y del sentir común. Desde este igualitarismo mal entendido se afirma que los padres pueden perfectamente hacer lo mismo que las madres. Esto es falso, y el hecho de que los varones no puedan amamantar es solo una parte de la diferencia. Pero más importante aún es que el feminismo no debiera de concentrarse en aquello que los padres pueden, quieren, demandan o desean; sino en lo que quieren, demandan y desean las madres. Lo que caracteriza a los patriarcados es precisamente el hecho de que los padres suelen tener bastantes facilidades para satisfacer sus deseos, mientras que las madres a menudo no pueden disponer ni siquiera de lo que necesitan.

La igualación de maternidad y paternidad es un error, y lo que es peor: oculta un nuevo avatar del orden patriarcal, ya que esta imposible identidad solo se puede verificar mediante la negación de la maternidad, y la ocultación y manipulación de sus muy reales, corporales y aparentes manifestaciones empíricas. 


*** 


Prácticamente todas las feministas nos hemos posicionado clara y contundentemente en contra de los vientres de alquiler. Y sin embargo, el feminismo hegemónico parece no ver o reconocer la profunda y peligrosa relación existente entre algunos de los que hasta ahora han sido sus postulados básicos en lo relativo a la maternidad y la terrible facilidad con la que la actual ofensiva patriarcal ha logrado institucionalizar y normalizar en las últimas décadas toda una serie de coacciones y explotaciones contra las mujeres vinculadas de manera directa e indirecta con el hecho de la maternidad. 

Estos postulados son: 

--la completa igualdad de paternidad y maternidad, 

--y el carácter construido y no “natural” de la relación madre-criatura. 

Es importante considerar todas las implicaciones que la defensa de estas dos ideas tiene: Si maternidad y paternidad son exactamente lo mismo, y si la relación madre-criatura es construida y cultural como todas las demás, entonces pisamos una base muy poco sólida para argumentar por qué la maternidad subrogada es un atentado tan grave a la dignidad humana. Si los argumentos principales para rechazar la maternidad subrogada se limitan a cuestiones socioeconómicas, y son similares a los que se utilizarían para criticar cualquier explotación laboral, no se comprende la verdadera naturaleza de esta explotación. La maternidad subrogada reduce a la madre a la categoría de esclava y a la criatura a la de mercancía; pero además, lo que ahí ocurre es que se “fabrica” una vida nueva de manera planificada para luego, al nacer, romper deliberadamente el primer vínculo de ese ser humano, un vínculo que en ese momento es vital e irremplazable 6. Esa ruptura es el acto más cruel que se puede perpetrar contra el neonato y la madre en ese momento, y sus efectos en la psique de la criatura están aún por evaluar 7. 

La igualación absolutista de paternidad y maternidad, y la banalización de la maternidad como experiencia biológica y existencial son operaciones ideológicas que en su día el feminismo de la igualdad no combatió, incluso podemos decir que a menudo propició. Hoy vemos cómo estos postulados están siendo usados como soporte ideológico para defender prácticas como las custodias compartidas impuestas, la maternidad subrogada y todas las agresiones a la maternidad antes mencionadas. 

Son nuevas estrategias para un fin político antiguo: salvaguardar el poder patriarcal mediante el eficaz dominio del padre sobre las madres y las criaturas. 

Creo que el hecho de que la maternidad, como potencia, como experiencia corporal y sexual, y como derecho propio de las mujeres haya sido el aspecto más ignorado, soslayado y trivializado por el pensamiento progresista y por el feminismo hegemónico en las últimas décadas tiene mucho que ver con que sea precisamente por ahí por donde vienen hoy muchas de las más graves agresiones del patriarcado. 

Un feminismo fuerte no puede contemplar la capacidad de procrear de las mujeres como una deficiencia, como un mandato externo alienante por defecto. La capacidad de procrear y amamantar es lo único que realmente nos diferencia de los varones, pero además de plantearnos problemas es también un poder, un poder que el patriarcado siempre ha tratado de apropiarse 8. Un análisis erróneo de lo que la maternidad es como experiencia propia de las mujeres y como característica biosocial de la especie no podrá nunca ser la base de una emancipación real. Y un feminismo que no cuente con un discurso sobre maternidad sólido y contrastado, y sustentado por un número significativo de madres, no tiene futuro. 

Creo que la cuarta ola del feminismo será aquella que definitivamente barra el antimaternalismo como posición normativa del feminismo. Además, la inclusión de la maternidad como experiencia propia de las mujeres en la reflexión feminista puede traer una visión más universalista; un universalismo que es necesario ante el panorama actual de explotación de las mujeres a escala planetaria, y que tiende a dividir a las mujeres en todos los ejes posibles: de clase, de raza, de etnia, de orientación sexual, de religión, de opciones reproductivas, de ideología...Quizá nuestra capacidad de procrear –como potencia positiva y poderosa—pudiera ser un aglutinante, un motivo de unión entre las mujeres, independientemente de lo que cada una decida libremente hacer con esa potencia que es suya. 

Ojala la cuarta ola sea la definitiva irrupción de la conciencia de que si bien nuestra capacidad de procrear es efectivamente el lugar donde enraíza la opresión, es también fuente de poder, y es el lugar donde encontrar las claves y poner los fundamentos para una igualdad real, pero no mediante su negación --que es exactamente lo que siempre ha hecho el patriarcado-- sino dándole un valor central dentro de las reivindicaciones feministas. Construyamos un feminismo que defienda la maternidad como algo valioso, propio de las mujeres y controlado por ellas, fundamento de cualquier grupo humano, y cuyo reconocimiento es un requisito imprescindible para construir cualquier sociedad justa.


                                                                                                        Patricia Merino Murga 2018



1 “Heterosexismo, falta de reconocimiento y capitalismo: una respuesta a Judith Butler”, Nancy Fraser en—Social Text 52-53, 1997.

2 Proposición de ley 122/000223, 7 de mayo de 2018

3 “La justicia mantiene el régimen de visitas con sus hijos a condenados por violencia machista a punto de entrar en prisión” en El diario.es, 02/01/2018. https://www.eldiario.es/sociedad/justicia-condenados-violencia-machista-considera_0_725127632.html 

4 “El 2017 es el año con más niños asesinados por violencia de género contra sus madres” en Publico, 12/10/2017. https://www.publico.es/sociedad/2017-ano-ninos-asesinados-violencia-genero-madres.html

5 “La 'factoría de bebés' del joven Shigeta” en El Mundo, 25/08/2014. https://www.elmundo.es/internacional/2014/08/24/53f89cf8ca47415e258b4574.html

6 “The neuroscience of birth--and the case for Zero Separation”, Nils Bergman; Curationis 37(2) Nov 28, 2014. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/25685896 

7“Los aspectos médicos de la gestación subrogada desde una perspectiva de salud mental, holística y feminista” Ibone Olza; Dilemata nº 28, (1-12) 2018. https://www.dilemata.net/revista/index.php/dilemata/article/view/412000243/600

8 “Maternidad subrogada: vosotras parís, nosotros decidimos”, Patricia Merino en PiKara, 4/07/2017. http://www.pikaramagazine.com/2017/07/maternidad-subrogada-vosotras-paris-nosotros-decidimos/



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